La hermosa, tímida y discreta lady Callista no tiene suerte con los hombres: ya la han plantado tres pretendientes, y eso, en la estricta Inglaterra de 1820, equivale casi a una condena a la soltería. Sin embargo, cuando más tranquila y feliz se siente, entregada a su propiedad, irrumpe el duque de Monceau, compañero de juegos de su infancia y primer amor de su vida. Elegante, atractivo y misterioso, el duque vuelve a despertar la llama que dormitaba en Callista, aunque de todos es sabido que en cuanto aparece el duque nunca faltan los problemas…
Soy muy selectiva con la novela histórica, solo escojo las que veo con buenas críticas o me llaman la atención especialmente, demasiado "quiero y no puedo" para mi gusto. En este caso no me llamaba la atención ni el título ni la sinopsis. Me daba la sensación de que iba a resultarme demasiado espesa. Pero había leído varias críticas muy buenas, así que decidí darle una oportunidad.
Esperaba encontrarme una bonita historia de amor, de las que te hacen sufrir pero te dejan con una gran sonrisa, y así ha sido, pero es que además me he divertido. Esto es una especie de chick lit versión novela histórica.
Las fantasías de Callie son graciosísimas. Las utiliza para evadirse de la realidad, según ella, cuando no puede soportarla. Y como se siente en general bastante desgraciada lo hace muy a menudo.
Su relación con Trev, es más o menos como imaginaba, los dos se quieren mucho, pero ninguno se cree merecedor del otro, así que van dando tumbos durante toda la historia.
Eso sí, todo ello aderezado con episodios surealistas que viven juntos. Se lleva el primer premio el momento "toro en la cocina comiendo lechuga", ahí queda eso.
La cuestión es que esperaba un libro romántico normalito, y me he llevado la sorpresa de pasar además un ratito muy divertido.