Escaleras horizontales, Quintín Alonso Méndez

Todos nosotros, alguna vez (que puede ser interminable, toda la vida), o varias veces, infinitas, nos hemos sentido encarcelados, en la prisión de nuestra propia soledad. Esa opresión que va royendo y escarbando en nuestros ánimos, hasta aniquilarlos. Y todos nosotros hemos confiado alguna vez(esas veces que nos derrumbamos porque todo es mentira), en la amistad, en la dulzura de una sonrisa, en lo que los herederos de la religión llaman amor. Y todos nosotros (alguna vez), nos hemos visto zancadilleados por lo que llamamos, para no caer en su punto de mira (no nombrarlos puede salvar momentáneamente),"ellos","el poder","el sistema". Y todos nosotros, casi todos, caemos en la trampa, en la tentación de este mundo inventado por los padres de la religión: ascender, ascender, subir los escalones, triunfar. Y las escaleras son horizontales para casi todos nosotros. Mentiras que nos ponen vestidas con la más hermosa desnudez. ¿Y donde está la verdad? ¿Cuál es la verdad? Escaleras horizontales.

Hoy os traigo mi opinión sobre uno de los libros que me envió la editorial Baile del Sol. Si recordáis hay una oferta durante todo este año, por la que te envían dos libros si te suscribes a su newsletter. Vi la información en el blog de Carmen, Carmen y amig@s, concretamente AQUÍ.

El protagonista nos cuenta cómo vive obsesionado por la mujer de su amigo Armando, Luisa, con la que mantiene un romance, del que su amigo por supuesto no sabe nada. Incluso se burla de él, y se jacta de las múltiples aventuras que mantiene con otras chicas. 
Armando lo mete en un lío, llamémoslo así, y conocerá a Laura, una abogada que le ayudará entre otras cosas, a sacar de su cabeza a Luisa.

Esto es lo que he sacado en claro del libro, debido en parte a la multitud de metáforas con las que nos va contando la historia, pero también porque nuestro protagonista vive en una eterna y profunda depresión, y está narrado de una forma tan angustiosa que acabas deprimida. No encuentra consuelo ni alivio con nada, y no consigue apreciar ni valorar nada de lo que va consiguiendo. 
Deduzco que es una característica de su personalidad, desde que le cuenta a Laura que se quiso suicidar con 3 años tomando veinte pastillas de golpe, eso sí, eran pastillas de menta. 


Me ha resultado una lectura muy complicada, por la forma en que está narrado, en ocasiones de una forma poética, con párrafos muy extensos llenos de sentimientos negativos y divagaciones. Yo leo muy rápido, y te obligaba a reducir la velocidad para apreciar y entenderlo. La desesperanza y la falta de motivación e ilusión se leen en cada una de las páginas, a lo que hay que unir las metáforas que utiliza. El lector sí sabe la razón de sus silencios, su apatía, su tristeza, lo que me ha resultado más traumático aún, ya que ves cómo los intentos de Laura y su familia por animarlo, ayudarlo o que sea feliz son en vano. De hecho cuanto más optimismo y alegría hay a su alrededor, más se cierra él, por miedo a perderlo y por inseguridad.


No tiene consuelo con nada, pero tampoco lo busca. Se resigna a "sobrevivir" emocionalmente como puede. 


Si le echáis un vistazo a la sinopsis podéis haceros una idea de lo que te encuentras en la historia. No es muy extenso, apenas llega a las 300 páginas, pero tampoco es una lectura fácil, o al menos para mi no lo ha sido.

No he encontrado reseñas, me gustaría ver alguna, porque el final me ha dejado muy desconcertada. 

Ha sido una novedad para mi. Tanto el estilo como la trama no son algo que yo escogería voluntariamente, pero aprecio la oportunidad que he tenido de leer algo diferente a lo habitual. 
¡Feliz fin de semana a tod@s!