Pretérito imperfecto, Mercedes Pinto

Tres largas relaciones, dos hijos, dos divorcios y una situación económica al límite es todo lo que ha conseguido a sus cuarenta y cuatro años. Todo se desmorona a su alrededor: la relación con su única hermana, la educación de sus hijos, la tienda de instrumentos de música con la que apenas se gana la vida, las relaciones con sus exparejas… Siempre ha tenido un bajo concepto de sí misma, jamás realizó tarea alguna que la hiciera especial; y nunca se ha planteado si las continuas frustraciones que la persiguen responden a algo más que su falta de talento y voluntad.
Pero un día recibe la llamada de una amiga de la infancia y, a partir de ese momento, se ve obligada a regresar al pasado, a revivir el papel que representaron sus padres, abuelos y hermana, en la que hasta entonces le había parecido la más perfecta casa de muñecas: el hogar de su niñez.
La llamada le informa de que un trágico suceso, que protagonizó a los ocho años, ha salido a la luz por un proceso judicial en el que se ve inmersa de repente. Estela pensaba que aquella tarde de verano había quedado enterrada en el labrantío donde desembocaba su calle.
Esto dará la oportunidad a su abuelo Rafael de regresar del pretérito para acabar un trabajo que quedó suspendido y salvar a su nieta del caos que la devora.
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Esta es la historia de Estela, a la que conocemos en la época actual, pero que nos mostrará a través de recuerdos toda su vida. Me encanta cómo construye los personajes la autora. Transmiten cada una de las emociones y sentimientos que describe, consiguiendo que vivas las situaciones de una forma muy creible y real.

En este caso alterna entre dos épocas,  la infancia de la protagonista y la actual. En la actual conocemos a Estela como madre separada con dos hijos, que intenta sacar adelante un negocio. Y que lucha con la constante sensación de no llegar a todo, y además de decpcionar a todos. A sus hijos, a su hermana...

Pero la parte más conmovedora sin duda es en la que conocemos a Estela como la niña que fue. La época que vivió junto a sus abuelos, sobre todo con el abuelo, es todo un homenaje a los recuerdos de la infancia que podemos tener cualquiera, incluso aunque hayan sido en un contexto diferente. A mi nunca me han bañado en una tinaja, pero terminas con la sensación de oler el jabón de lavanda que utiliza su abuela para bañar a las dos hermanas.

El mejor momento, que me arrancó una buena carcajada, se produce cuando las niñas van a tomar la comunión, y Estela piensa va a morir al comulgar, ya que, según ella,  ha cometido un pecado mortal, en este caso enfadarse con su madre, insultar a su hermana....Elabora un infantil sistema de cómputo de pecados, y está convencida de que su muerte es inminente. Es impresionante.

Los recuerdos se mezclan con el presente, dando lugar a una percepción distinta de ciertos sucesos que la cambiaron para siempre.

También hay romance. Y aunque la relación me ha parecido muy bonita, creo que ha sido por simpatía hacia Estela, porque visto lo visto se merecía algo bueno. Esta vez no me ha resultado demasiado natural. La he visto muy precipitada, (puede serla en caso de flechazo), o al menos esa es la sensación que me ha dado a mi. Aún así, prefiero romance forzado que su ausencia, así que tampoco me ha estropeado la historia.

En definitiva, una historia de recuerdos olvidados, distorsionados y descubrimientos. Es la tercera obra que leo de Mercedes, y creo que transmite emociones y sentimientos de una forma natural y muy entrañable. La recomiendo si no la conocéis.